El secreto para dormir bien está en los genes y otras 4 verdades sobre el sueño

ad300
Advertisement



...El sueño es de vital importancia en nuestra vida, ya que de el depende que nuestro cuerpo y cerebro funcionen al cien, he aquí 4 datos super importantes del sueño.

1. Las mujeres blancas son las que mejor duermen.

Quienes más descansan, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Chicago (que también indica que, en general, dormimos menos de lo que creemos) son las mujeres de raza blanca. Mientras las personas de raza blanca duermen de media 6.85 horas, los afro-americanos lo hacen durante 6.05 horas, y tienen un sueño de peor calidad. Los investigadores atribuyen esto, al menos en parte, al estrés de la discriminación. En cuanto a los hispanos, tienen 1.8 veces más posibilidades de dormir poco (menos de seis horas por noche).


2. Existen estudios que afirman que los genes podrían explicar por qué unos duermen mejor que otros.

El dormilón, ¿nace o se hace? Dos estudios recientes abordan la cuestión, "El sueño debe cubrir funciones importantes, pero como científicos todavía no lo comprendemos del todo. Una forma de saber un poco más es comprendiendo cómo se regula o qué procesos comparten las especies”, señala Jason Gerstner, director de uno de estos estudios, elaborado por la Washington State University.


Los investigadores liderados por Gerstner observaron cómo un gen en particular está relacionado con la calidad del sueño de diferentes animales, entre ellos los humanos. La variante de este gen es responsable de la alteración del ritmo circadiano, el que dicta los ciclos de sueño y despertar.

El segundo estudio, del laboratorio de genética de la Rockefeller University, se centra en investigar a las personas que trasnochan habitualmente y luego les cuesta levantarse por la mañana. Esta costumbre podría deberse a una mutación genética, que haría que los relojes internos de los “búhos” funcionasen de forma diferente.


3. Dormir poco engorda.

La ciencia prueba algo que experimentamos con frecuencia en la vida cotidiana: cuando descansamos mal, comemos peor. 

Hace ya décadas que los científicos comenzaron a relacionar el dormir mal con el aumento de peso. Pero en los últimos tiempos varios estudios muestran que, cuando tenemos sueño, los llamados “centros de recompensa” del cerebro parecen responder con mayor intensidad a las comidas que engordan. Por otro lado, también tomamos decisiones más impulsivas y menos racionales cuando estamos adormilados.

En un estudio elaborado por la Universidad de California en Berkeley, los participantes que no habían descansado bien mostraron propensión por alimentos que les reportaron, de media, 600 calorías más que su régimen normal diario. Los escáneres en el cerebro mostraron que, durante la mañana siguiente a la noche sin dormir, estos platos calóricos produjeron una actividad intensa en la amígdala, la parte del cerebro que ayuda a regular emociones básicas y nuestros deseos por, entre otras cosas, la comida. Un efecto que estuvo acompañado de respuestas reducidas en áreas del cerebro que regulan las decisiones, dando más protagonismo a las estructuras primitivas del cerebro. Otro estudio anterior mostraba algo parecido: la pérdida de unas pocas horas de sueño durante varias noches seguidas supuso entre los participantes un incremento de cerca de un kilo.



4.La siesta es buena para el cerebro.

Cuando nos mantenemos despiertos durante todo el día (o sea, sin siesta) somos cada vez más sensibles a las emociones negativas. Frente a ello, las personas que duermen un rato al mediodía se muestran menos susceptibles a las emociones negativas y más receptivas a las positivas. Un nuevo estudio demostró que una hora de sueño como siesta puede dar un gran impulso al funcionamiento de tu cerebro.

¿De dónde procede esa mayor negatividad? Una posibilidad es que la parte del cerebro encargada de procesar emociones se vaya fatigando más y más a lo largo del día y, por tanto, es menos capaz de capear los temporales. Otra explicación es que la mayor sensibilidad al miedo y a la ira son fruto de estrategias de adaptación: a medida que nos cansamos, tiene sentido que estemos más vigilantes ante las señales que indican peligro. Lo que queda claro es que una pequeña siesta proporciona una recarga emocional y altera la forma en que reaccionamos a los estímulos de fuera. 
Comparte